La primera referencia relacionada con Plà de Na Sanxa, data de finales del siglo XIV y habla de una mujer, Sancha, que fue autorizada a que sus cabras y vacas pastasen en este llano. Posteriormente, en la novela de Blasco Ibáñez, “Cañas y barro”, se narra la leyenda de “la Sancha y el Pastor”. Según este autor en este “llano” habitaba un pastorcillo de cabras que tenía como única amiga una pequeña serpiente a la que llamaba Sanxa. Éste le daba, todos los días, en un cuenco, leche que ordeñaba de sus cabras y jugaba con ella. Las gentes del lugar se aterrorizaban cuando veían a Sanxa acompañar al pastor y cuando ésta se enrollaba en su cuerpo. El pastor se fue, como soldado, a la guerra, y durante varios años estuvo ausente. Al volver, Sanxa que había crecido desmesuradamente, al reconocer a su amigo, se enroscó en su cuerpo, como hacia antes, y le abrazó asfixiándole.
La vegetación característica de la Devesa es el matorral denso mediterráneo denominado maquia. El término maquia (maccia del italiano) es una palabra de origen corso que se utiliza para referirse a la vegetación mediterránea constituida principalmente por arbustos altos de más de 2,5 m, generalmente de hoja perenne y dura (esclerófilas). El mismo origen tiene la palabra maquis, aplicada a la persona que vive clandestinamente escondida en una zona de densa vegetación. Los matorrales densos de coscoja, palmito, labiérnagos, lentiscos, aladiernos, entre otros, se encuentran entre las formaciones más interesantes y peculiares de la Devesa. Normalmente, este matorral va acompañado por un pinar de pino carrasco y en menor medida de pino rodeno.
Entre la maraña de vegetación que se observa desde esta parada destaca el palmito, el mirto y el espino negro. El palmito o margalló (Chamaerops humilis L.) es la única palmera propia de la Europa continental. Es una palmera normalmente de poco porte, que puede llegar, en algunos casos, a 3 m de altura. De tronco fibroso, su corazón o cogollo se come en ensalada, aunque su extracción supone la muerte de la palmera. El palmito produce dátiles pequeños y redondos, no comestibles por el hombre pero si por algunos roedores. Desde tiempos remotos, el hombre ha utilizado su hojas en forma de abanico para fabricar algunos objetos necesarios para sus actividades domésticas, como escobas, capazos, sombreros, bolsos... A partir de mediados del siglo XIX, cuando se industrializó la artesanía del palmito, aumentó considerablemente la demanda de esta planta. Actualmente, con la aparición de los productos sintéticos (plásticos) esta planta ya no se utiliza para estos usos.
El mirto o murta (Myrtus communis L.) es un arbusto aromático que puede llegar a alcanzar los 5 m de altura. Sus hojas son de color verde brillante. Sus flores blancas nacen de las axilas de las hojas (unión de las hojas con el tallo). Toda la planta es muy olorosa y aromática. Con sus hojas y frutos, llamados murtones, se prepara un vino aromático astringente muy agradable al paladar. Esta planta contiene un alcohol, el mirtol, que le confiere propiedades balsámicas, antisépticas y sedantes, por lo que se ha usado tradicionalmente en el tratamiento de afecciones pulmonares y bronquiales. Tradicionalmente sus ramas se utilizan en muchos pueblos para preparar, en las fiestas y procesiones, las llamadas enramades (alfombra de ramas que se extiende en las calles para perfumar y engalanar el ambiente).
El espino negro o arçot (Rhamnus oleoides L.) es un arbusto que puede alcanzar hasta 3 m de altura. Su fruto es redondo, de color verde al principio que se vuelve negro al madurar. Sus tallos y ramas acaban en fuertes espinas. Algunas veces podemos ver, clavados en estas espinas, lagartijas, saltamontes u otro insecto o pequeño reptil. Esto es porque el alcaudón común (Lanius senator) utiliza este arbusto para sujetar sus presas mientras se las come o como despensa (las atrapa en momentos que hay abundancia de alimento y las guarda para tiempos de escasez).
El itinerario atraviesa en este punto una zona en la que existía un antiguo aparcamiento que fue eliminado y en la que se plantaron algunos pinos. El pino carrasco o pi blanc (Pinus halepensis Miil), es el pino más abundante de la Devesa. Tiene una gran capacidad para adaptarse a zonas con condiciones extremas. Se llama pino blanco porque a medida que va envejeciendo su corteza se va volviendo de color blanquecino. Es fácil reconocerlo por tener sus acículas (hojas) pequeñas y por mantener las piñas, ya abiertas y secas, en las ramas. En primavera, cuando florece, sus flores masculinas producen gran cantidad de polen por lo que es muy frecuente, en esta época del año, ver el suelo de la Devesa de color amarillo, como si le hubiesen echado azufre. Su madera es muy resinosa y dura por lo que su uso en carpintería es muy limitado. Su corteza es, entre las cortezas de todos los pinos, una de las que más taninos contiene por lo que se ha usado para curtir el cuero. Al igual que los demás pinos, de él se extrae la trementina para hacer el aguarrás. También se extraen esencias aromáticas para hacer sales de baño.
La siempreviva o mançanilla borda (Helichrysum stoechas L.) es una pequeña planta, perenne, de hasta 50 cm de altura y con hojas muy estrechas. Su olor es muy característico y sus flores se presentan agrupadas y son de color amarillo vivo. Florece en primavera. Sus flores, teñidas de diferentes colores, se utilizan para confeccionar el tapiz de la Virgen de los Desamparados que se realiza todos los años en el mes de mayo en la ciudad de Valencia para celebrar la fiesta de su patrona.
Aquí se pueden ver, de menor a mayor tamaño, tres arbustos también propios de este peculiar ecosistema, el brezo, la albaida y el labiérnago. El brezo o petorret (Erica multiflora L.) es un pequeño arbusto que puede superar el metro de altura. Tiene las hojas muy pequeñas y estrechas agrupadas de tres en tres. Sus flores rosadas se encuentran agrupadas en la parte final de las ramas. Florece en invierno y suele observarse en los claros del matorral de la Devesa. Este arbusto se cultiva como ornamental por la belleza de sus flores. La madera de su raíz se ha utilizado y utiliza para la fabricación de pipas y cachimbas.
La albaida, albada o botja blanca (Anthyllis cytisoides L.) es un arbusto con las hojas y los tallos blanquecinos. Florece en primavera. Sus flores amarillas forman espigas al final de las ramas. Es abundante por todo el matorral abierto de la Devesa. El labiérnago, falso olivillo o aladern de fulla estreta (Phillyrea angustifolia L.) es un arbusto que puede superar los 4 m de altura. Su aspecto es muy parecido al del olivo aunque sus hojas son más pequeñas. Su fruto, pequeño y negro cuando está maduro, sirve de alimento a muchas aves de la Devesa. Es muy común en todo el matorral mediterráneo de zonas bajas. Florece de febrero a abril. El labiérnago junto con el aladierno son las especies que caracterizan la maquia de la Devesa, perteneciendo a la asociación Phillyreo-Rhamnetum angustifoliae.
En esta parada se observa un ejemplar de Pino rodeno junto a la espectacular Zarzaparrilla que envuelve a otros arbustos. El pino rodeno o pi pinastre (Pinus pinaster Aiton) es un árbol con copa piramidal. Posee un tronco grueso, con corteza áspera y resquebrajada. Sus piñas pueden alcanzar hasta 20 cm de largo. La gran longitud que pueden alcanzar sus acículas (hojas), casi 25 cm, hace que no sean utilizadas por las aves para hacer sus nidos. Es un árbol introducido en la Devesa a primeros del siglo XX. No se ha adaptado bien a la zona lo que explica su progresiva desaparición.
La zarzaparrilla, arítjol o parrilla (Smilax aspera L.) es una planta trepadora con tallos serpenteantes y provistos de espinas. Las hojas, de forma acorazonada, son brillantes y duras, a veces con márgenes espinosos y con dos zarcillos en la base que le sirven para trepar por los árboles y arbustos. De sus frutos, que aparecen en racimos como si fuera uva, se extraía una bebida refrescante, la zarzaparrilla, muy consumida en España antes de la llegada de los refrescos de cola. Actualmente se utiliza como aromatizante de refrescos, helados y pastelería en general.
De entre la impenetrable vegetación se observan tres arbustos claramente diferentes, el bayón, el jaguarzo y la coscoja. El bayón o ginestó valencià (Osyris quadripartita Salzm) es un arbusto semiparásito, con hojas verdosoamarillentas. Florece en primavera y sus flores se transforman en frutos de color anaranjado. Frecuente en los matorrales de la Devesa, suele vivir en las crestas de las dunas fijas.
El jaguarzo o estepa d’arenal (Halimium halimifolium L.) es un arbusto que vive en las zonas más claras de las dunas de la Devesa. Sus hojas y tallos suelen tener una coloración gris por la cantidad de pelillos que tienen. Sus flores, amarillas con cinco pétalos iguales, aparecen en mayo y junio. En algunos ejemplares se puede observar una mancha morada en cada uno de los pétalos. Localmente se le conoce con el nombre de l'herba dels esperits ya que sus ramas y hojas, cuando alguien caía enfermo o moría, se quemaban para alejar a los malos espíritus.
La coscoja, coscoll o coscolla (Quercus coccifera L.) es un arbusto de corteza grisácea y hojas pinchosas. Su fruto es la bellota que tarda dos años en madurar. Son amargas y no son comestibles aunque tostadas se usaban como sucedáneo del café. Por su poder calorífico se utilizaban en hornos. Antiguamente esta planta tuvo mucha importancia por el aprovechamiento de la grana, colorante rojo que se extraía de un insecto, la cochinilla, que se alimenta de sus hojas.
En este tramo del itinerario se observa el lentisco y la estepa negra. El lentisco o llentiscle (Pistacia lentiscus L.) es un arbusto perenne y dioico (las flores masculinas y las femeninas se encuentran en plantas separadas). Las flores femeninas son de color verde amarillento, y las masculinas son de color rojo oscuro y muy pequeñas. Sus frutos, de color rojo al principio, se vuelven negros a medida que maduran. Por la gran cantidad de aceites que contienen (al igual que el pistacho, que es de la misma familia) los estorninos los utilizan como su alimento principal. Durante el día vienen, a cientos, a la Devesa, desde Valencia, para comer. Se ha usado y se usa actualmente como complemento verde en los ramos de flores. En algunas zonas se extrae, mediante incisiones practicadas en el tronco, una resina comercializada con el nombre de mastic que ya los griegos y romanos lo utilizaban como goma de mascar.
La estepa negra, jara con hojas de salvia o estepa borrera (Cistus salvifolius L.) es un arbusto que tiene una altura entre 20 y 100 cm. Sus flores, que aparecen entre abril y junio, son blancas y generalmente amarillentas por el centro. Abunda en los claros del matorral de la Devesa. Es frecuente observar sobre sus estambres amarillos diferentes tipos de escarabajos de colores metálicos.
Entre las plantas que se pueden observar en esta parada destacan entre otras, el romero, el aladierno y la madreselva. El romero o romaní (Rosmarinus officinalis L.) es un pequeño arbusto aromático con hojas estrechas y de color verde oscuro. Florece en invierno y sus flores son de color azul. Es una de las plantas mediterráneas más conocidas por su tradición como planta culinaria y medicinal. Su agradable aroma y sus propiedades digestivas lo convierten en una planta muy utilizada como condimento ideal para platos fuertes y grasos.
El aladierno o aladern (Rhamnus alaternus L.) es un arbusto que puede alcanzar los 5 m de altura. Sus hojas presentan, a veces, el margen dentado. Florece en primavera y su fruto es, al principio, rojo y más tarde, negro. Cuando vive en la sombra sus hojas adquieren un mayor tamaño y se puede confundir, cuando están en fruto, con el acebo. Junto con el labiérnago es la especie que caracteriza al matorral de la Devesa. Presenta propiedades purgantes y astringentes utilizándose sus hojas, sus frutos y su corteza para fines medicinales.
La madreselva, xuclamel o lligabosc (Lonicera implexa L.), de dulce aroma, es una planta trepadora que puede superar los 2 m de altura. Sus flores son blanco-rosadas y presentan estambres sobresalientes. Florece de abril a julio. Es muy común por la Devesa, en matorrales abiertos. El fruto es rojo y crece formando grupos, siendo sus semillas tóxicas. Se cultiva con fines ornamentales. Se usa para cosmética y perfumes.
Aquí, se pueden observar dos plantas, una es la uva marina, relativamente abundante en las dunas fijas de la Devesa cuando el matorral es poco denso y la otra es la cisca que se instala principalmente en áreas marginales de [Glossary Link] malladas y acequias.
La uva marina, trompetera o caboteta de parot (Ephedra distachya L.) es un pequeño arbusto dioico (las flores masculinas y las femeninas se encuentran en plantas separadas). Sus ramas están articuladas a modo de escobas y sus frutos, de color rojo, aparecen al final del verano. Su disposición, en forma de racimo, le da a la planta el nombre común de uva de mar. Localmente se le conoce con el nombre de caboteta de parot por que su fruto se asemeja a la cabeza de una libélula. La cisca o sisca (Imperata cylindrica L.) es una gramínea fuerte y robusta. Florece de junio a septiembre llamando la atención su espiga plateada.
La mayor parte de la información que recibe nuestro cerebro nos llega a través de la vista. La vista nos permite percibir sensaciones luminosas y captar el tamaño, la forma y el color de los objetos, así como la posición y la distancia a la que se encuentran.
El sentido de la vista nos revela la variedad de colores que ofrece la naturaleza, desde las distintas gradaciones del verde predominante hasta las diferentes gamas de colores de las flores (amarillas, blancas, azules, rosadas) y de los frutos (rojos, naranjas, negruzcos). Numerosas especies de animales ven más allá de nuestro espectro cromático lo que les permite localizar entre el verde dominante, las flores y los frutos aunque no sean de colores llamativos. Mirando el cielo veremos pasar gaviotas, garzas, charranes, un bando de gorriones o jilgueros. Bajando un poco la vista veremos los distintos estratos de la vegetación: hierbas, arbustos y árboles. Cuanto más hacia abajo miremos más variedad de plantas encontramos aunque la presencia de enredaderas, como la madreselva y la zarzaparrilla, que trepan por los arbustos y los árboles, dan la sensación de formar un todo. La envoltura vegetal de esta zona presenta plantas con diferentes tonalidades predominando los arbustos leñosos como el labiérnago que se unen y forman un matorral impenetrable en algunas zonas, perfectamente aclimatado a las exigentes condiciones del clima mediterráneo.
En esta parada se puede observar una variedad cromática de hojas, tallos, flores y frutos:
Si andas en silencio y despacio podrás escuchar diferentes sonidos de animales, sobre todo de pájaros. Al principio puede que no distingas unos de otros pero con un poco de atención y tiempo lograrás identificarlos.
Entre los pinos y arbustos de esta frondosa zona, puedes reconocer por su canto, entre otras aves comunes de La Devesa, las siguientes:
El serín verdecillo o garrafó (Serinus serinus) es un ave que nidifica preferentemente en zonas con arbolado, aunque para alimentarse puede aparecer en ambientes más abiertos. Su voz consiste en un canturreo chirriante, tintineante y algo frenético “ptichrririchirich…”, con frases muy largas, generalmente emitido desde lo alto de un árbol o en vuelo sobre la pinada. Puede cantar casi todo el año, pero en particular a partir de enero y en las horas más cálidas.
El carbonero común o totestiu (Parus major), es un ave que nidifica en La Devesa y permanece durante todo el año también. Su voz es muy llamativa y posee un distintivo timbre metálico. Se compone de frases cortas continuadas, con un repertorio muy variado: “tí-cha-cha, tí-cha-cha, tí-cha-cha, tí-cha-cha…”, “to-to-tí, to-to-tí, to-to-tí, to-to-tí,…”, o bien “tiúti tiúti tiúti tiúti tiúti…”, emitido generalmente desde un punto aventajado de un árbol.
La curruca cabecinegra o busquereta de capnegre (Sylvia melanocephala), es un ave que se puede oír durante prácticamente todo el año. Si bien su voz no resulta muy llamativa, es una constante en La Devesa. Se trata de un sonoro traqueteo “chret-chret-chret- chret-chret” o bien “trke-trke-trke”, emitido de forma rápida entre largas pausas, generalmente desde dentro de un arbusto, o desde una rama aventajada.
El cistícola buitrón o trist (Cisticola juncidis) es una ave nidificante poco común en La Devesa, siendo más frecuente en zonas de vegetación herbácea abierta, como las malladas o las dunas costeras, así como en carrizales de La Albufera o en los arrozales. Su voz resulta muy llamativa, siendo una de las primeras aves en ser reconocidas por su canto en la zona. Se compone de una larga repetición monótona “tsip..tsip..tsip..tsip..tsip..tsip..” emitida mientras vuela en círculos, de forma casi incesante durante la época de cría de febrero a julio.
A lo largo de este itinerario existen plantas capaces de proporcionar diferentes sabores como es el caso del lentisco, que tiene una larga tradición medicinal y comercial que se remonta a las civilizaciones clásicas. Era muy apreciado por su blanda resina masticable, conocida comúnmente por el nombre de almáciga, y utilizada todavía en algunas regiones para refrescar el aliento y como empaste para los dientes. Tanto su resina como su aceite son componentes de algunos dulces y bebidas, como es el caso del dulce griego denominado masticha o del licor llamado mastiha. Antiguamente se utilizaban las raíces de la zarzaparrilla para tratar enfermedades reumáticas y de la piel. Actualmente se le reconocen propiedades depurativas de la sangre, estimulantes, sudoríficas (síntomas gripales y catarrales) y diuréticas. La raíz también se ha utilizado desde siempre para elaborar zumos, determinado tipo de cervezas y bebidas azucaradas. También se emplea en la industria alimentaria para aromatizar helados, pasteles y otros alimentos.
Los brotes tiernos del espárrago amarguero (esparraguera borda) (Asparagus acutifolius L.) son comestibles al igual que los del espárrago cultivado, son mucho más endebles, pero tienen parecido sabor. Algunos los prefieren a los cultivados. Los espárragos recién cocidos tonifican el hígado y contribuyen a la eliminación de toxinas a través de la orina.
Conforme vamos observando podemos ir tocando: la arena, los troncos de los árboles, las ramas, las hojas, los frutos, las flores… Con ello percibimos texturas y formas diferentes: la rugosa corteza del tronco del pino, o la lisa del labiérnago, los frutos redondos y pequeños del lentisco, las hojas algodonosas, con pelillos, de la albaida, las hojas de la zarzaparrilla cubiertas de cera que las hacen suaves al tacto, sus tallos con pequeñas espinas que pinchan al igual que los bordes espinosos de las hojas de la coscoja, la arena fina que se desliza suavemente entre los dedos de las manos, fresca por las mañanas temprano o al anochecer y cálida, que arde, en las horas del mediodía...
En la Devesa se pueden descubrir las posibilidades del sentido del olfato, con la existencia de diversas plantas aromáticas durante todas las estaciones del año. El lentisco desprende un olor áspero muy particular durante todo el año, la zarzaparrilla perfuma el ambiente con sus ramilletes de flores blancas al final del verano, el romero emana continuamente un olor muy sugestivo, la madreselva, de dulce aroma y la siempreviva, con su amargo olor silvestre, inundan en primavera toda la Devesa, las pequeñas y numerosas flores blancas del mastuerzo marítimo despiden, sobre todo en invierno, una deliciosa fragancia a miel… Todos estos olores contrastan con el desagradable olor que desprende la ruda cuando se pisa o se roza. Después de llover, pasear por la Devesa es una experiencia muy gratificante, por el agradable olor que desprende la tierra mojada. Con la lluvia se agudizan todos y cada uno de los olores propios de plantas y flores de la zona.
El nombre de “El Saler” hace, seguramente, referencia a un conjunto de barracas situadas donde actualmente está el pueblo y en las que se almacenaba la sal que procedía de las antiguas salinas localizadas cerca de la zona conocida hoy, como “Racó de l’Olla”. El crecimiento poblacional originado alrededor de estas barracas, parece ser que fue el origen del pueblo de El Saler. Al original núcleo de barracas se le fueron uniendo otro tipo de edificaciones. A finales del siglo XVIII se construyó la “Casa de la Demanà”, y la “Casa de los Infantes”. Esta última que actualmente no existe, estaba situada frente a la anterior y fue refugio de caza para visitantes regios.
En la “Casa de la Demanà” o también llamada “Casa de la Campaneta” se celebraban, hasta aproximadamente mediados del siglo pasado, las subastas de los puestos de caza de la Albufera. Aunque sufrió una remodelación a principios del siglo XX, de su primitiva construcción destacan las originales rejas curvas que enjaulan pequeñas balconadas y ventanas rematadas por “copetes” o “sombreros” también curvos.
Actualmente el uso de la Casa de la Demanà está cedido por sus propietarios a la Asociación Juvenil “Amics de la Casa de la Demanà” y a la Falla de El Saler.
Dentro del recinto del colegio público Luis de Santangel se puede observar un magnífico ejemplar de pino piñonero (Pinus pinea), una especie de pino de escasa representación en la Devesa.
El nombre local valenciano, pi verot, se puede traducir al castellano como pino “verdaderote”. Se le asigna el adjetivo verdadero porque pertenece a la única especie, entre todos los pinos, que produce piñones y el uso del aumentativo “verdaderote” hace referencia a su descomunal tamaño.
Su tronco es robusto y corto y sus ramas presentan una copa aparasolada que dibuja en el suelo, al mediodía, una sombra de aproximadamente 440 m2 de superficie. Tiene una altura aproximada de 14 metros y medio y su perímetro en la base es de casi 5 m. Su edad estimada es de 175 años.
Los habitantes del pueblo de El Saler han aprovechado tradicionalmente muchos de los recursos naturales que les ha brindado el bosque de la Devesa. Destacan, entre otros, el uso de las ramas del rusco o galcerán para la pesca de la sepia, el de las ramas del jaguarzo blanco o estepa d’arenal para proteger de los malos espíritus a alguien que caía enfermo o moría, el de las ramas del mirto y del lentisco para la confección de alfombras utilizadas para engalanar los suelos de las calles en las procesiones y fiestas, el de las cenizas de las sosas para producir jabón, la raíz del lirio amarillo o lliri groc para buscar y conservar el amor, y el de la madera de diferentes arbustos, sobre todo del espino negro, como combustible para los hornos.
Desde esta parada se puede observar la Mallada de El Saler. De las malladas se obtenían algunos de los materiales empleados para la construcción de lo que era la vivienda tradicional de la zona, la barraca.
Las malladas son depresiones que al tener un suelo arcillo-limoso se encharcan cuando llueve. En sus bordes o en las zonas menos salinas, crece el borró (spartina versicolor), que es la planta que se ha utilizado tradicionalmente para cubrir el tejado de las barracas. De los suelos de las malladas se obtenía la tosca con la que se hacían los suelos de estas viviendas.
En El Saler fueron famosas las barracas del “Cubano”, las de “Montoliu”, y la “Barraca del Cotero”, o también llamada de “la Tía Rosario”. Estas dos últimas, decoradas con mobiliario original antiguo, atraían a una gran cantidad de visitantes. Las de “Montoliu”, derruidas a finales de los 60, se localizaban en lo que hoy es la Avenida de los Pinares, aproximadamente a la altura del número 12. La de “la Tía Rosario”, construida en el siglo XVIII, fue derruida en 1998.
En torno a esta parada, se encuentra una zona usada desde hace tiempo, como área de esparcimiento llamada El Muntanyar de la Mona. Su nombre posiblemente esté relacionado con “La Mona de Pascua”. Esta zona de matorral abierto, cerca del mar, con sombra y próxima al pueblo de El Saler la harían idónea para merendar la “mona” (tradición con arraigo en la que el lunes de Pascua, familias y grupos de amigos merendaban juntos la “mona”). La “mona” es un bollo hecho de masa abizcochada acompañado por un huevo duro que se suele “cascar” en la frente del compañero para romper la cáscara, antes de pelarlo y comerlo.
La palabra “mona” proviene del vocablo árabe “munna” y significa obsequio. En el siglo XVIII, la mona era el obsequio clásico del padrino a sus ahijados. El número de huevos que acompañaban al bollo correspondía a la edad del niño. Esto se hacía hasta que éste cumplía 12 años.
La naturaleza nos ofrece señales que en un momento dado, y debidamente interpretados nos pueden ser muy útiles. Caminando un poco a la derecha nos encontramos un tronco de un pino de la Devesa muerto en un incendio ocurrido en 2005. Los círculos concéntricos que aparecen en él nos permiten datar acontecimientos ocurridos en la Devesa y nos aportan datos sobre las condiciones imperantes durante su desarrollo.
Los anillos de crecimiento de mayor espesor nos indican que las condiciones de vida fueron mejores, mientras que los más estrechos, revelan circunstancias más adversas debido a sequías, plagas, heladas, incendios, enfermedades…
¿Sabías que el análisis de los anillos que presentan los troncos de los árboles longevos en España ha permitido reconstruir el clima de la Península durante varios siglos? ¿Sabías que los anillos nos pueden orientar?
El crecimiento desigual del tronco con respecto a su punto de nacimiento nos indica la orientación del árbol, correspondiendo la parte más gruesa a la orientación que recibía más luz del sol señalando por lo tanto el sur.
Si te fijas, en el año 1953 se construyó la actual Gola del Pujol junto a la cual se desarrolla este itinerario.
El humedal del Parque Natural de l’Albufera se comunica actualmente con el mar a través de cinco golas. Tres de ellas (Gola de El Pujol, El Perellonet, El Perelló) comunican el lago de l’Albufera con el mar, las otras dos (Gola del Rei o Mareny y la de Sant Llorenç o del Cano de Cullera) evacuan las aguas de la marjal de Sueca y Cullera.
De las tres golas que comunican el lago con el mar la del Pujol es la única que lo hace directamente, ya que las otras dos lo hacen a través de una red de canales. Esta gola tiene 1km de largo y unos 45 m de ancho.
Tiene 11 compuertas cuya misión es impedir la entrada de agua salada al lago en los momentos de temporal y regular el nivel de las aguas del lago, gracias a la escala graduada colocada en uno de los tajamares.
En 1990 se instaló un sistema de motobombas para facilitar el desagüe del lago en los casos de temporal en los que el estado del mar no lo permite hacer por gravedad.
Una gola es un canal natural o artificial que comunica el lago de l’Albufera con el mar.
Hasta principios del s.XVIII solo existía una gola natural con más de 200 m de anchura. Esta se abría y cerraba con cañizo y barro con la finalidad de controlar el tránsito de los peces entre el mar y l’Albufera, y el nivel de las aguas.
El incremento de agua dulce debido al desarrollo de los regadíos y el cierre de la gola natural por un exceso de sedimentos, provocaron, a principios del s.XVII la dulcificación del lago de l’Albufera, lo que supuso el abandono de las salinas, la reducción de la pesca, y la expansión de los campos de arroz.
Mientras la salinidad del lago fue suficientemente elevada funcionaron en l’Albufera unas salinas en el Racó de l’Olla, probablemente de fundación romana, que abastecían de sal a la ciudad de València.
El aumento de aportaciones de agua dulce al lago obliga a construir nuevas golas con el objetivo de asegurar el desagüe de los arrozales. A finales del s.XVIII se excava la actual gola del Perelló, en 1873 se construye la del Perellonet, y en 1953 la del Pujol.
A través de las golas entran a la Albufera muchas especies de peces que se reproducen en el mar y se alimentan luego en agua dulce. Una de ellas es la angula que luego al crecer, se convierte en anguila. Actualmente en la gola del Pujol se pesca la angula. En un principio la angula no se comercializaba. Su comercialización la inician en el año 1925 unos trabajadores vascos de la siderúrgica de los altos hornos de Sagunt, iniciándose su reglamentación en el año 1936.
Las angulas que vienen del mar remontan la gola por las orillas hacia l’Albufera, huyen de la luz por lo que su pesca se realiza mejor en noches oscuras y de aguas tranquilas. La pesca se realiza hoy en día con el monot que se coloca sobre todo en la orilla sur de la gola, en el tramo comprendido entre las compuertas y el mar.
Los arrozales ocupan alrededor del 70% de la superficie total del espacio protegido creando un bello paisaje. Es la principal actividad económica del territorio y constituyen un ambiente importante para la alimentación de las aves acuáticas.
A lo largo del año, el paisaje del arrozal varía en función de su grado de inundación, diferenciando:
Aunque no lo parezca, un poco de atención nos permitirá descubrir la presencia de una interesante avifauna a lo largo del itinerario. La densa vegetación de la Devesa contiene gran cantidad de insectos, frutos y semillas que son aprovechados como alimento por las aves, especialmente pequeños pájaros, muchos de los cuales podemos detectar por sus voces. Así, con algo de experiencia, descubriremos la abundancia de curruca cabecinegra, mirlo común, carbonero común o serín verdecillo durante todo el año, y de petirrojo y curruca capirotada durante la época de invernada.
En las orillas de la gola puede haber alguna garceta común, garza real, o martín pescador al acecho de pececillos. Muchas de las aves que crían en l’Albufera acuden buscando comida en primavera y en verano, pudiendo encontrar charrán común, charrancito común, gaviota reidora y gaviota picofina a lo largo del canal, así como charrán patinegro y gaviota de Audouin en la parte más próxima al mar.
A partir del otoño y en invierno, los pescadores del Palmar instalan artes de pesca en la entrada de la Gola, posibilitando que aves como el cormorán grande se posen sobre estacas de madera, junto con gaviotas y charranes, para secar sus plumas tras largos buceos en las aguas de l’Albufera.
El nombre local de Pujol significa en castellano montículo o colina y hace referencia seguramente a las altas dunas que se encontraban cerca. Si miramos el margen norte de la gola cerca del mar, destaca el Muntanyar del Pujol, una de las dunas más altas de la Devesa. Esta duna, de 9’5 m de altura, se salvó del arrasamiento cuando se ejecutó el Proyecto de Urbanización de la Devesa de 1965. Hoy en día constituye un ejemplo del ecosistema dunar de primera línea que existía en la Devesa, estando calificada actualmente como Zona de Reserva por su interés geomorfológico y botánico.
Desde esta misma parada, mirando hacia el sur, podemos ver el Estany del Pujol. Este lago, de origen artificial, se excavó con el Proyecto de Urbanización de la Devesa, de 1965, con la finalidad de crear un puerto deportivo conectado al mar a través de la Gola del Pujol. La paralización de las obras ha permitido que este espacio haya evolucionado de manera natural, albergando actualmente especies de fauna y flora típicas de lagunas costeras mediterráneas de agua salada de gran valor e interés. Numerosas especies de aves migratorias lo utilizan para descansar y alimentarse.
El Estany del Pujol es un lago artificial excavado en una mallada durante la urbanización de la Devesa de 1965. La finalidad era construir un puerto de embarcaciones deportivas y de recreo cuya salida al mar se haría a través de la gola mediante un canal que comunicaría ésta con el lago. Tras la paralización del proyecto de urbanización se ha naturalizado espontáneamente y hoy en día alberga especies de fauna y flora de gran valor e interés.
Tiene una superficie aproximada de 10 ha, su agua es salada, su fondo es irregular y sus orillas presentan dos tipos de pendientes, una suave y otra más acusada. El efecto del viento, junto al plancton y las sales minerales del agua, puede formar espumas densas en sus orillas.
Lo utilizan especies propias de saladares mediterráneos. Entre las plantas destacan la alacranera, la salsola, el junco y las saladinas o siemprevivas del género Limonium.
Su avifauna es de gran interés. Aquí las aves encuentran un sitio donde alimentarse, descansar y nidificar. Es muy utilizado por numerosas especies de aves durante los pasos migratorios, destacando el correlimos zarapitín (Calidris ferruginea) que cría en la tundra del Ártico.
El antiguo ecosistema de dunas de primera línea que caracterizaba la playa de El Saler fue arrasado a finales de los años sesenta para construir un paseo marítimo elevado sobre el nivel del mar, con restaurantes y duchas en la parte baja. Este paseo marítimo, se eliminó a finales de los años noventa y se sustituyó por un cordón de dunas y por el actual paseo por el que discurre el itinerario. El nuevo paseo al estar construido al nivel del mar y estar situado detrás de las dunas, produce un menor impacto.
La playa de la Devesa sufre, desde antes de mediados del siglo pasado, un fuerte proceso de erosión causado por la falta de llegada de arena, provocada a su vez, por la regulación de los ríos y por el efecto barrera del puerto de Valencia. Esta situación estaba agravada por la presencia del antiguo paseo marítimo que favorecía la perdida de playa (la playa de El Saler era tan estrecha que el obstáculo del paseo marítimo provocaba, en momentos de temporal, que el oleaje multiplicase su energía al chocar contra éste y arrastrase, por lo tanto, más arena en el regreso de la corriente al mar). El lugar que ocupaba el antiguo paseo, hoy es playa.
La construcción, de manera artificial, de un nuevo cordón dunar, delante del paseo se llevó a cabo por el papel tan importante que ejercen las dunas sobre la estabilidad de la playa: por un lado, actúan como reserva de arena para mantener la existencia y el equilibrio de las playas que tienen delante y por otro lado, protegen de la acción del viento del mar a la vegetación que se desarrolla detrás de ellas. Las características peculiares de las plantas y animales que viven en estas dunas, marcadas por unas condiciones ambientales muy duras, le otorgan un valor natural único que aumenta, si tenemos en cuenta además, que se trata, hoy en día, de un ecosistema escasamente representado debido a la exagerada urbanización de la costa.
En esta parada el paseo se aleja del mar y discurre por detrás de una zona de dunas que no se arrasó cuando se construyó el antiguo paseo marítimo elevado. Las plantas que se pueden observar son las que corresponden al matorral característico de las dunas de interior. Estas plantas no están preparadas para soportar la acción directa del viento del mar por lo que crecen de forma rastrera, no atreviéndose a superar la altura de las dunas que tienen delante y que las protegen. Se puede ver palmitos, lentiscos, zarzaparrilla y hasta pinos. Todas adoptan formas almohadilladas, como “peinadas” por el viento. Si nos fijamos en el pino, observamos, como crece a lo ancho y no a lo alto.
Acercándonos a las dunas de delante, observamos que aquí las formas de las plantas son diferentes. Todas están preparadas para sobrevivir en este medio.
Todas son capaces de resistir la fuerte insolación, el azote continuo del viento del mar cargado de sal y la movilidad constante de la arena que las tapa muchas veces, ocultando su aparato fotosintetizador, o que las descubre totalmente, dejando sus raíces al aire. Observamos que sus hojas son pequeñas, así evitan al máximo la deshidratación, o son de color blanquecino porque están cubiertas de pelillos que las protegen mejor del exterior, o son carnosas lo que les permite almacenar agua en su interior. Fijémonos en las hojas del barrón, éstas se retuercen sobre sí mimas para evitar la evaporación.
Los tallos de todas ellas crecen de forma rastrera para minimizar el efecto del viento o crecen flexibles y fuertes, hacia arriba, para poder doblarse sin romperse. Todas sus raíces son exageradamente extensas para poder anclarse muy bien en la arena. Hay que tener en cuenta que cualquier planta no puede vivir en un medio con unas condiciones tan duras.
Al igual que las plantas que viven en las dunas de primera línea, la forma de vida y los mecanismos de adaptación de los animales que viven aquí están condicionados por las características ambientales de este ecosistema. La escasez de sombra, el calentamiento excesivo que alcanza durante el día la capa superficial de la arena y la diferencia extrema de temperatura que se produce entre el día y la noche determinan, que muchos de los animales de este medio, como es el caso de algunos escarabajos, desarrollen ritmos biológicos de actividades crepusculares y nocturnas; éstos permanecen enterrados en la arena durante el día y salen al atardecer en busca de presas.
Las especies de caracoles que viven en estas dunas están también adaptadas a este medio presentando conchas gruesas y una alta resistencia a la desecación. Para evitar el contacto con el suelo en los momentos de máxima radiación solar estos se suben durante el día a las ramas de las plantas, se adhieren a ellas formando “racimos” y permanecen inmóviles allí hasta la llegada de la noche, momento en que bajan para alimentarse (las altas temperaturas del suelo, en verano, podrían literalmente cocerlos).
La propia naturaleza blanda de la arena que facilita el enterramiento de algunas especies también determina que algunos de los animales que viven en este medio desarrollen estructuras apendiculares especiales que les permitan andar mucho mejor sobre ella. La lagartija colirroja presenta tanto en sus extremidades anteriores como en las posteriores unos dedos con un tipo de escamas que le permiten correr muy rápido sobre la arena sin hundirse.
Si el recorrido lo hacemos en verano y miramos hacia la playa veremos familias, parejas, y grupos de amigos, todos juntos, bañándose o tomando el sol. Esto que hoy nos parece tan normal no ha sido siempre así.
La moda de bañarse en el mar se inicia a finales del siglo XVIII, siendo los pioneros los aristócratas del sur de Inglaterra. A lo largo del siglo XIX la práctica de los baños de mar se hace más popular. Los médicos de la época retoman la idea que ya preconizaban los antiguos egipcios, griegos y romanos, de los efectos curativos de los baños de mar, y recomiendan tomar baños de mar para prevenir y curar numerosas afecciones y enfermedades.
La gente comienza a acudir a las playas. Desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, las zonas de baño estaban delimitadas en función del sexo: una parte de la playa estaba reservada para las mujeres y otra para los hombres. Todo hombre tenía prohibido pasearse por las playas reservadas al uso de las mujeres mientras estas se estuviesen bañando.
A principios del siglo XX los baños de mar empiezan a convertirse en algo apreciado no solo por sus cualidades curativas sino como medio de descanso y relajación. El “sistema del baño a la cuerda”, práctica consistente en bañarse agarrado a una cuerda sujeta a unos postes plantados en la arena, testimonia el carácter colectivo del baño. Esta práctica era propia de personas mayores o personas inseguras a la hora de meterse en el mar.
A mediados del siglo pasado, coincidiendo con una mayor prolongación de los periodos vacacionales, la popularidad de los baños de mar desencadena una gran afluencia de gente en las playas. A la playa ya no se acude para curar alguna dolencia sino simplemente por el gusto de hacerlo.
El traje de baño ha sufrido una gran evolución a lo largo del tiempo. Los primeros bañadores femeninos que aparecen en la primera mitad del siglo XIX eran de franela, de colores oscuros y estaban compuestos por un corpiño ajustado con cuello alto y mangas hasta el codo, falda hasta las rodillas con pantalones debajo, medias negras y zapatillas de lona. A finales del XIX este vestido de baño se simplifica y se sustituye por una camisa larga, pantalón y calcetines. Se abandonan los colores oscuros y se utilizan los claros.
25 años después ya no se usaban los calcetines para el baño, los hombres podían lucir pantalón corto pero las mujeres todavía usaban para bañarse, camisones, camisas largas y faldas. Es en la década de los 30 del siglo pasado cuando aparece el bañador femenino propiamente dicho, estaba hecho con lana y se componía de una camiseta y pantalón corto que tapaba los muslos.
En 1946 el francés Louis Réard presenta un bañador de dos piezas. Lo denominó bikini, igual que el nombre del atolón del Pacífico donde se estaban haciendo en ese año pruebas de explosiones nucleares. La prenda era tan atrevida que la persona que hizo de modelo para presentar el traje de baño comparó el efecto que iba a tener el bañador sobre la sociedad en general, con la repercusión que estaban causando en ese momento, sobre los periódicos de la época, las pruebas nucleares en estas islas. El uso de este tipo de bañador no se popularizó hasta los años sesenta. Su llegada a España coincide con el boom turístico de finales de esta década.
Los primeros bañadores elásticos como los que se confeccionan actualmente aparecen en 1960, año en que se inventó la lycra. Las casetas de baño para cambiarse de ropa también han evolucionado a lo largo de estos dos siglos. Al principio eran móviles, con ruedas; con ellas se acercaba al bañista al mar existiendo incluso una rampa para deslizarlas hasta el agua. Estaban pensadas para preservarse de las miradas y para mantener la decencia. Se utilizaban también para facilitar el acceso al mar a aquellas personas enfermas que necesitaban tratamiento. Hasta la década de los 70 del siglo pasado, era normal ver las playas salpicadas de casetas de baño, de madera y normalmente de rayas, que se podían alquilar y que se utilizaban para desvestirse y vestirse. En la actualidad estas cabinas han dejado de formar parte del paisaje de la playa.
Si nos acercamos a la orilla de la playa nos daremos cuenta que un simple paseo por la playa puede convertirse en una interesante aventura de observación. Pasear después del paso de un temporal es el momento perfecto ya que los fondos marinos han estado más revueltos y el material arrastrado por las olas es mucho más diverso e incluso su origen puede ser más lejano. Lo que observemos nos dará una idea de la vida que hay a pocos metros bajo el agua aunque también encontraremos objetos de diferentes procedencias que te recordarán que el mar devuelve al hombre lo que arroja a él.
En la arena podemos encontrar una variada gama de conchas de moluscos de diferentes formas, tamaños y colores, conchas de caracoles, restos de esqueletos, como los de la sepia, huevos de tiburón como los de la pintarroja, algas, cangrejos, estrellas de mar, bolas de hojas de Posidonia, “racimos de uvas negras” que no es otra cosa que una puesta de huevos que se ha desprendido de las rocas del fondo marino, pequeños trozos de cristales de colores con diferentes grados de pulido dependiendo del tiempo que han estado expuestos a la erosión del mar, restos de vasijas antiguas, pulperas…
Si observamos con atención también encontraremos en la arena y en la zona fangosa más próxima al mar diferentes huellas de animales, sobre todo de aves. Podremos descubrir huellas de gaviotas, de chorlitejo patinegro, de charrán… En la zona de las dunas es posible que encontremos huellas del escarabajo pelotero, de la lagartija colirroja o bien de la colilarga, huellas de garzas…
El Parque Natural de L’Albufera es y ha sido el hábitat natural de dos de los elementos que más han caracterizado e influido en la cocina valenciana: el arroz y la anguila. Además de estos dos elementos, la cercanía al mar y la variedad de verduras y hortalizas frescas, producto de las huertas que proliferan a lo largo de su franja costera, conforman los ingredientes clásicos de la cocina de la Albufera.
Los platos más típicos de la zona son: la paella y el all-i-pebre. La paella y el arroz tienen en la Albufera múltiples variantes como por ejemplo la paella de bacalao y verduras, paella de pato, el arroz a banda, el arroz negro, el arroz con col y anguilas, con acelgas y caracoles, arroz “amb fesols i naps”…
El all-i-pebre es el plato más autóctono de estas tierras, en realidad es el nombre que se le da a la salsa que acompaña a determinados platos de pescado o de carne y que tiene como base un sofrito de ajos y pimentón colorado. Los habitantes de la zona han utilizado preferentemente la anguila como ingrediente principal convirtiéndose ésta en un componente imprescindible asociado a este plato.
Desde aquí se observa la mallada conocida como del Quarter. Las malladas, son depresiones interdunares localizadas entre la pinada, donde predominan los suelos limosos, caracterizados por ser impermeables y de color gris, que hacen que se encharquen durante la época de lluvia principalmente en otoño y se desequen por evaporación, en época cálida, produciéndose una salinización progresiva del suelo.
El hombre ha utilizado diferentes técnicas para evitar el encharcamiento de las malladas de la Devesa, causando graves alteraciones sobre este ecosistema tan singular. En concreto, la Mallada del Quarter se rellenó con arena procedente del primer cordón dunar durante el proceso urbanizador que sufrió la Devesa a finales de los años sesenta. Pero afortunadamente, en el año 1999, se consiguió recuperar la mallada, devolviéndola a su estado original.
El Taray o Taraje, Gatell o Tamarit (Tamarix gallica Webb) es un árbol pequeño o arbusto de 6 a 8 m de altura, con ramaje delgado y flexible, caracterizado por su aspecto ligero y plumoso.
Hojas muy pequeñas de color verde glauco, abrazando las ramillas. Flores rosadas o blancas de pequeño tamaño formando racimos densos sobre las ramillas del año y que aparecen al mismo tiempo que las hojas. La floración tiene lugar entre los meses de abril y junio. Normalmente, lo encontramos en zonas próximas a cursos de agua, depresiones salinas y arenales costeros, aunque su hábitat idóneo son los bordes de las malladas algo salinas.
La Casa Forestal de El Saler fue construida en 1920 y actualmente acoge el retén de los guardas forestales y la policía local.
La presencia de este olivo y de otros, así como de algunos ejemplares de higueras y algarrobos dispersos por la Devesa, demuestran la existencia de antiguos cultivos en la zona.
El olivo es una especie típicamente mediterránea adaptada al clima de la zona, presente en los paisajes de la Península Ibérica como un elemento más de los ecosistemas mediterráneos y de la cultura.
A principio del siglo XX, con objeto de desecar las malflecoladas existentes en la Devesa, se introdujo el eucalipto, una especie alóctona de origen australiano capaz de resistir encharcamientos temporales, con crecimiento rápido y elevadas necesidades de agua. Además, como se observa en este punto, también fue utilizado como árbol ornamental.
El eucalipto es una especie que causa daños importantes en el ecosistema donde ha sido plantado porque compite ventajosamente con la vegetación autóctona por el agua y los nutrientes existentes en el suelo, y porque sus hojas exudan ciertas sustancias que impiden la germinación de otras especies.
El área deprimida que observamos es la denominada Mallada de El Saler. Las comunidades vegetales que viven en las malladas se distribuyen a modo de anillos concéntricos, en función de la salinidad y composición del suelo. En el centro de la depresión, el suelo queda desnudo por la gran concentración de sales, agrietándose en época estival por la desecación de los limos.
La primera comunidad vegetal que aparece más cercana al centro, está formada por especies herbáceas suculentas anuales que le dan en otoño un aspecto rojizo, destacando especies como la Salicornia emerus y la Suaeda maritima. Alrededor de la anterior o sustituyéndola se presenta una comunidad de plantas perennes más robustas que las anteriores, formando también grupos aislados en el suelo desnudo, dominan especies como la Sarcocornia fruticosa y el Arthrocnemum macrostachyum. En los cinturones más exteriores aparecen comunidades de juncáceas, ciperáceas, gramíneas y plantagos que prefieren suelos menos salinos y con una cierta humedad, formando praderas muy densas.
En este paisaje llama la atención la zarzaparrilla (Smilax aspera L.), especie trepadora que se encarama por los arbustos y troncos desnudos de los árboles, en busca de la luz necesaria para realizar la fotosíntesis.
Otras especies trepadoras que también veremos a lo largo de este recorrido encaramándose por los árboles y arbusto son la madreselva (Lonicera implexa Air.) y la hierba de pordiosero (Clematis flammula L.).
Nos encontramos en el sistema dunar interno, el más antiguo de la Devesa. En este ecosistema se establece la maquia litoral, la comunidad más evolucionada de la Devesa, compuesta por una vegetación mucho más desarrollada, constituida por un estrato arbóreo principalmente de pino carrasco, un estrato arbustivo de gran diversidad y cobertura, formado por especies como el labiérnago, el lentisco, el mirto, el espino negro y un gran elenco de especies subarbustivas y herbáceas.
La carricera o cesguera (Erianthus ravennae (L) Beauv.) es una caña de mediana altura, que habita en depresiones moderadamente húmedas. Su floración tiene lugar en otoño, formando llamativos plumeros. Como curiosidad, indicar que la caña de esta planta se utiliza en pirotécnia para lanzar salidas de cohetes por poseer sus tallos huecos.
Los juncales son frecuentes en malladas poco salinas y con un cierto grado de humedad. Desde aquí podemos observar dos tipos de juncos, el Juncus acutus L. y el Juncus maritimus L., ambos con hojas punzantes pero fácilmente distinguibles porque el primero presenta las flores agrupadas de forma más compacta.
Otra especie que vemos desde esta parada es el Scirpus holoschoenus L., identificable porque posee sus flores agrupadas de forma esférica y de color marrón.
Nos encontramos ante un tronco que está siendo descompuesto por los insectos y hongos xilófagos, es decir, aquellos que en la madera encuentran su lugar de vida y fuente de nutrición. Indicar que algunos insectos xilófagos se pueden reconocer en el tronco por el tipo de perforación que realiza en la madera.
Nos encontramos ante la Mallada Redona, una de las tantas depresiones que fueron alteradas con objeto de desecarlas, utilizando diferentes sistemas. El más antiguo del que se tiene referencia consistió en excavar una red de pequeños canales conocidos localmente como anguileras, que permitían la salida del agua de las malladas al mar. Posteriormente se realizaron plantaciones con eucaliptos.
En fechas previas a la ejecución del proyecto de urbanización de la Devesa, la técnica aplicada consistió en abrir sobre las malladas una serie de zanjas paralelas que rompían la capa impermeable permitiendo su drenaje, y ya en pleno proceso de urbanización, se procedió al relleno de casi todas las malladas con arena procedente del primer cordón dunar, incluso llegando a ser ocupadas por viales y edificios. Como se puede observar, la Mallada Redona actualmente se encuentra aterrada y con un fuerte desequilibrio en la biocenosis vegetal.
Desde esta parada se observa la Venta de Toros, una instalación perteneciente a la Diputación de Valencia, utilizada para albergar en ciertas ocasiones los toros de las ferias taurinas de la ciudad.
Los líquenes que se observan sobre los troncos y ramas de estos tarajes y lentisco, se denominan epífitos. Se caracterizan por no desarrollarse sobre el suelo, sino sobre un sustrato como el tronco de un árbol, las rocas o incluso paredes, dependiendo totalmente de los nutrientes que transporta el aire.
Estos líquenes se utilizan como indicadores de la calidad del aire ya que son muy sensibles a la contaminación atmosférica. Cuando aumentan los niveles de contaminación éstos suelen desaparecer.
En el año 1980 en el lugar donde nos encontramos, conocido popularmente como Pla del Garrofer, se produjo un gran incendio. En esta zona, pronto aparecieron los primeros rebrotes y germinaciones de especies que se ven favorecidas por el fuego, al igual que ocurre en otras áreas incendiadas. Se podían ver con facilidad rebrotes de especies como la coscoja y el palmito, así como semillas germinadas de pino y jaras.
Actualmente podemos comprobar que el proceso de regeneración natural, sin ningún tipo de intervención humana, está siendo todo un éxito.
A finales de los años 60 se inicia un proceso urbanizador que alteró gravemente los tres ecosistemas existentes en la Devesa. El primer cordón dunar fue arrasado casi en su totalidad, siendo sustituido por un paseo marítimo, las depresiones interdunares fueron rellenadas con arena de las dunas delanteras y el sistema dunar interior se fragmentó con la construcción de edificios, carreteras, e infraestructuras hidráulicas y eléctricas, como se puede comprobar desde esta parada.
Tan evidente devastación, desencadenó una fortísima respuesta ciudadana que con el apoyo de colectivos universitarios y conservacionistas, lograron paralizar la urbanización a finales de los años 70.
Los edificios que observamos, huella de la urbanización, se encuentran ajardinados con numerosas especies alóctonas, que iremos encontrando desde aquí hasta la siguiente parada.
Ante nosotros tenemos una planta originaria de Méjico conocida con el nombre de pita (Agave americana L.). Destaca por florecer tan solo una vez en su vida, al cabo de 10-15 años, en verano, produciendo un gran tallo de hasta 10 m de altura, en cuya parte superior aparecen las flores. Tras la floración la planta muere.
A continuación nos encontramos con la uña de león (Carpobrotus sp.), una planta originaria de Sudáfrica. Se caracteriza por cubrir rápidamente el suelo que habita, suponiendo un peligro para la vegetación autóctona. A la parte derecha del recorrido veremos unos setos con dos especies alóctonas, el pitósporo y el mióporo, muy utilizadas en jardinería.
Desde esta parada nos podemos hacer una idea de como sería ahora toda la Devesa si no se hubiese paralizado la urbanización. Existirían lujosos hoteles como el Sidi Saler, unifamiliares como la kasbah, multitud de edificios ajardinados con especies alóctonas, una gran red viaria con sus áreas de aparcamiento como la que tenemos enfrente y una población permanente de más de 40.000 habitantes.
El sistema más antiguo del que se tiene referencia, utilizado por el hombre para desecar las malladas, consistió en una red de pequeños canales conocidos localmente como anguileras, que permitían la salida del agua de estas depresiones hacia el mar. A la derecha del camino podemos observar restos de una antigua anguilera. El nombre de anguilera se debe a que las anguilas, muy abundantes hasta los años 60 del siglo XX, utilizaban esta red de pequeños canales para moverse entre el mar y el lago de l’Albufera.
En esta depresión donde la humedad es abundante y el contenido en salinidad bajo, aparecen comunidades de juncáceas, ciperáceas, gramíneas y plantagos. En particular destacar la presencia a ambos lados del camino del Plantago crassifolia Forsk., planta que vive en los márgenes de las depresiones formando céspedes bastante densos, distinguible por sus hojas lineares, carnosas y semicilíndricas, a veces con algunos dientes en el margen.
A la derecha del camino podemos observar el carrizo. Esta planta perenne propia de regiones templadas, la podemos encontrar en suelos húmedos, aguas poco profundas, marjales y ríos. Se caracteriza por su tallo alto y esbelto cubierto de hojas largas y anchas. Su floración tiene lugar hacia finales de verano y otoño, formando llamativos plumeros localizados en la parte superior del tallo.
El carrizo junto con otras especies de gramíneas han constituido durante mucho tiempo una materia prima para múltiples aplicaciones domésticas, ya que se encontraba al alcance de todo el mundo.
A la izquierda del camino vemos dos especies que normalmente nos podemos encontrar en depresiones con suelos arcillosos, fuertemente salinos y húmedos, se trata de la sosa alacranera (Sarcocornia fructicosa (L.) A. J. Scout) y la sosa jabonera (Arthrocnemum macrostachyum (Moric.) Moris). Son pequeños arbustos, con tallos carnosos y articulados, y con las hojas reducidas a pequeñas escamas.
Estas plantas se pueden confundir muy fácilmente entre ellas, las reconoceremos porque la sosa jabonera desarrolla el conjunto de flores sobre ramas jóvenes, quedando expuestas en la parte superior de la mata, mientras que la sosa alacranera las desarrolla en su parte interior.
También podemos observar en las proximidades de esta parada una planta característica de suelos salinos pero sin encharcamientos continuos, la conocida acelga marina o lechuga de mar (Limonium sp).
La depresión interdunar frente a la cual nos encontramos, conocida como Mallada Llarga, fue recuperada en el 2004. Su regeneración consistió en extraer con ayuda de una retroexcavadora la arena que cubría la mallada, hasta la capa impermeable de limos grises que caracteriza este ecosistema. Posteriormente, se modeló el perímetro de la mallada con pendientes suaves, con el fin de facilitar un acceso cómodo a la avifauna.
Desde esta parada se observa el Muntanyar del Pujol, que junto con el Muntanyar de la Rambla fueron los únicos ecosistemas de dunas delanteras que se salvaron de la urbanización. Desde el año 1984, estas zonas permanecen cerradas al público por su gran valor ecológico.
También podemos ver desde aquí, el conocido Lago Artificial, construido durante el proceso de urbanización sobre una gran depresión para albergar un futuro puerto deportivo.